Preguntas mal hechas

Publicado en por Gonzalo Flores

Preguntas mal hechas

Las preguntas mal hechas pueden aparecer en cualquier disciplina, en cualquier tema y en cualquier momento, pero últimamente una decena de periodistas y comentaristas políticos han hecho una especialmente mala: “¿Quién será el Milei boliviano?”, asumiendo que, porque algo ocurrió en Argentina, lo que ocurrirá en Bolivia será necesariamente una imitación. Aun más, suponen que los liberales están impacientes y deseosos por ver llegar a un personaje que repita, a su modo, el lenguaje, la actitud y el histrionismo del señor Javier Milei.

Se equivocan de punta a canto.

Javier Milei es liberal, pero adscrito a una rama especial del liberalismo, el libertarismo. El liberalismo es una amplia corriente de pensamiento, que comprende varias corrientes menores. Surgió originalmente en España, cuando se discutía la constitución de Cádiz en 1812. Los que querían aprobar la constitución, que reducía el papel de la monarquía y aumentaba las libertades, fueron llamados “liberales”, mientras que los defensores de la monarquía fueron llamados “serviles”. El término se popularizó en toda Europa y el liberalismo fue protagonista del derrocamiento de muchas coronas y prohijó el surgimiento de repúblicas constitucionales y la instalación de economías de mercado, que han sacado de la pobreza a millones de personas. En los Estados Unidos, se ha designado con el término “liberal” a corrientes más bien izquierdistas. Fue ahí donde, en reacción a un ablandamiento del liberalismo y para distinguirse plenamente del izquierdismo, surgió una corriente que decidió autobautizarse como “libertaria” (aunque el término ya había sido usado en Inglaterra en 1788). Los libertarios comparten los principios básicos del liberalismo, pero en los EE.UU. subrayaron su orientación antiautoritaria y antisistema, a veces compartida con los anticomunistas y antibelicistas de la Vieja Derecha.

Pienso que Milei es un fenómeno político-cultural único y no es repetible, porque es un personaje extremo, como los muchos que crea Argentina. Este país, que un día fue grande, crea a Charlie García, pero también a Eve Bonafini; a Alfonsina Storni, pero también a Lázaro Baez; a Borges, pero también a La Banda Lechuga; a Sábato pero también al capitán Astiz. No me sorprende que haya engendrado un político claramente irrepetible como su actual Presidente.

Se equivocan pues, los que lo imitan, esperando cosechar indulgencias con avemarías ajenas. Ya he conocido a varios, a cuál más lamentable. Todos están colgados de una lámpara encendida, gritando “¡Viva la libertad, ajos y cebollas!”, y no dicen nada más, porque no tienen nada más. También el Che y Mercedes Sosa tuvieron imitadores, ninguno con éxito. No así Sarmiento, Escudero, Favaloro o Joaquín Lavado.

El punto principal por tanto, no es si habrá o no un Milei boliviano, sino otro: ¿Es inevitable que Bolivia siga transitando por el camino que lleva a la servidumbre y a la pobreza, es decir, al socialismo, o puede enderezar su rumbo y convertirse en una sociedad abierta donde primen la libertades, el Estado sea pequeño y eficiente, se desarrolle una economía de mercado basada en la propiedad privada que produzca empleo, ingresos y bienestar? ¿Está sellado su destino, o es posible cambiarlo?

Durante gran parte de su historia, Bolivia ha estado dominada por fuerzas políticas partidarias del intervencionismo, el colectivismo y el socialismo. Todas prometieron prosperidad, pero entregaron lo contrario: privaciones y deuda. Los últimos diecisiete años (menos once meses) son el mejor ejemplo. Al cabo de ese largo período, el MAS –que no es un partido revolucionario, sino profundamente conservador- sólo deja como herencia unos cambios retrógrados en la Constitución y las leyes, grandes restricciones a los derechos individuales y a la propiedad privada; un Estado convertido en principal gestor de la economía, que perjudica a los ciudadanos y dificulta el surgimiento de empresas privadas de todo tipo; una gestión económica pésima que ha dejado al país sin ahorros, sin reservas de divisas, sin capacidad de aumentar sus exportaciones y con una moneda cada vez débil, y una pudrición moral cuyas dimensiones no podemos medir, pero que tiene efectos devastadores, especialmente en las nuevas generaciones.

Con frecuencia podemos leer en los pocos periódicos libres que quedan, alguna noticia sobre la aparición de una nueva iniciativa para formar una alianza para enfrentar al MAS y vencerlo en las urnas el 2025. Esas iniciativas no tienen ningún futuro, porque se basan en la proximidad de unas pocas personas en torno a un líder improvisado, que puede ser un viejo político en su última fase, un académico poco visible o un empresario favorecido por la suerte. No parten de un entendimiento común de los problemas del país, ni de sus causas, no tienen una doctrina común y por eso no pueden generar un programa político coherente que apunte a la solución verdadera de los problemas de fondo.

Lo cierto es que el liberalismo es la única corriente capaz de ofrecer al mismo tiempo: una narrativa alternativa, una explicación verdadera de los problemas, una propuesta de acciones viables que generen resultados, una organización nueva y fresca, un espacio a los jóvenes y líderes sin cola de paja.

Decimos claramente que Bolivia sólo tiene dos caminos por delante: o sigue transitando por el “camino de servidumbre” hacia el socialismo autoritario y empobrecedor, o hace un giro y abandona el indianismo, el colectivismo, el estatismo y el socialismo, y se lanza hacia la democracia constitucional, la vigencia de las libertades y la propiedad privada y la plena economía de mercado. El primero es un camino fácil, sólo hay que dejar que el Estado invada las actividades de los privados y el gobierno instrumentalice las instituciones y las leyes; es el que ha llevado a la ruina a Argentina, Venezuela, Cuba, Corea del Norte y muchos más, que han creído en los cantos de sirena de los socialistas y sus aliados. El segundo es un camino difícil; requiere plenas libertades, imperio de la ley, trabajo, austeridad, ahorro e inversión, pero es el que ha llevado a la prosperidad a muchos países.

Lo esencial es que Bolivia escoja la libertad. Si lo hace, poco importará el nombre del líder de la alianza que venza al MAS, su aspecto personal, su actuación ante los medios de comunicación. Los liberales están diferenciados en muchas corrientes, pero uno de los sólidos principios que comparten es su desconfianza del Estado y los políticos. Por eso, el mal ejemplo argentino puede cundir, pero no en el sentido que le atribuyen unos pocos interesados en la perpetuación de los gobiernos socialistas.

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