El Presidente parece no entender… ¡de economía!

Publicado en por Gonzalo Flores

El Presidente parece no entender… ¡de economía!

Nuevamente el Presidente ha dado un discurso como si el país estuviese habitado únicamente por militantes de su partido, y con contenidos extremadamente pobres.

Presumió del crecimiento, pero escondió que luego de una contracción de casi 9%, cualquier incremento es positivo. No reparó en que gran parte del crecimiento se explica por una nueva subida de los precios internacionales de los hidrocarburos, minerales y alimentos y una mayor demanda (alimentada por el gasto fiscal y también, por los bonos concedidos durante el gobierno transitorio). No mencionó que las previsiones de los organismos internacionales son menores que las de su gobierno.

Afirmó que “recuperaron el modelo socio productivo y comunitario” pero no dijo que, según el modelo, los sectores productores de excedentes financiarían el crecimiento de los que no los producen, y que no ha ocurrido eso, sino que los sectores productores de excedentes están financiando al gobierno y a la banca. Tampoco dijo que los sectores que producen el PIB son los mismos y en las mismas proporciones que hace quince años, cuando no había “modelo”. Lo que crece a corto plazo son los servicios financieros, la construcción, el cobro de impuestos y aranceles. Los grandes ganadores de estos quince años han sido el propio gobierno, la banca, los importadores, los extractivistas y los traficantes de tierras; no los campesinos, los indígenas, los obreros, ni los pobres de las ciudades.

Sostuvo que la economía se reactiva con más demanda, pero no dijo que la demanda está siendo impulsada por más gasto público, que es financiado con crédito interno, que no es sostenible y puede ser inflacionario.

Sostuvo que no hay inflación, pero no dijo que es así porque muchos sectores no se han reactivado, que los subsidios a combustibles y alimentos deprimen los precios, pero que tienen un costo y deforman la economía. Ni dijo que el tipo de cambio apreciado implica importar inflación. En cuanto el tipo de cambio refleje el verdadero valor del signo monetario local veremos subir los precios como por encanto.

Afirmó que la sustitución de importaciones avanza, por la industrialización de recursos naturales, cosa que no es verdad. Seguimos exportando recursos naturales como en décadas pasadas. El Presidente no puede mostrar ni una genuina sustitución de importaciones: un lápiz, un repuesto automotor, un simple tornillo.

Quiso ser optimista, dijo que reemprenderemos con el gas. Omitió decir que actualmente la diferencia entre nuestras exportaciones e importaciones de hidrocarburos es de aproximadamente mil millones de dólares pero que, en 2025, las importaciones serán más que las exportaciones. Horror: nos convertiremos en importadores netos de hidrocarburos. Cuando la renta del gas caiga, pero siga el gasto, aumentarán la deuda y los préstamos del Banco Central, y la situación se hará insostenible.

Omitió mencionar que el exceso de gasto del gobierno ha creado un déficit desde 2013, que ya llegó al 8% del PIB. Y tampoco dijo que el PGE para 2022 equivale al 84% del PIB, por lo que requiere de un enorme financiamiento, que no sabe cómo obtendrá (confieso mi alivio: es mejor que no consiga ni un peso, así no nos endeuda más). No quiso notar que su gobierno no ha podido ejecutar más del 53% del presupuesto del año 2021. ¿Cómo podría ejecutar más dinero en el año siguiente?

No dijo ni pío sobre las equivocadas inversiones realizadas en quince años ni habló de las 72 empresas públicas, la mayoría de las cuales trabaja a pérdida.

No dijo nada de las reservas internacionales (RIN), que en 2013 sumaban 15.000 millones de dólares y hoy no llegan a 1.700. En el 2022 tendremos que hacer pagos a capital de aproximadamente 2.000 millones de dólares por los préstamos con que el MAS volvió a hipotecar al país. Ni todas nuestras RIN serán suficientes para hacer esos pagos. Y si las RIN terminan de caer, el tipo de cambio será el centro del problema.

No mencionó que cada año, 150.000 personas entran a la fuerza de trabajo, que se necesita darles empleo, pero que sólo se crea unos 8.000 puestos de calidad en todo el país. El resto son puestos informales. La economía boliviana se ha convertido en una horrible máquina de generación de informales y cuentapropistas, sin estabilidad, ni protección de salud, ni previsiones para su jubilación.

Afirmó con entusiasmo que la brecha entre ricos y pobres disminuyó. No notó que el problema no es la brecha en sí misma, sino la existencia de pobres. Poco importa si los ricos tienen uno o mil millones, sino que los pobres vivan con menos de un dólar al día, en viviendas de mala calidad, sin alimentos suficientes y sin vestido apropiado ni servicios básicos.

No dijo nada del largo plazo, de la necesaria reforma para hacer de Bolivia un país de oportunidades. Las actuales reglas de juego afectarán a todos, pero especialmente a las nuevas generaciones. Si mantenemos un Estado grande y una economía que empuja a la informalidad, simplemente estaremos condenando a la mayoría a la precariedad y a la pobreza.

Hasta ese punto, el Presidente hizo suficiente demostración de sus deficientes conocimientos de ciencia económica. Pero hubo más.

No dijo ni media palabra sobre su rotundo fracaso en el manejo de la pandemia del Covid-19. Ésta tiene un costo, en términos de productividad, ingresos y bienestar perdidos, y en términos de los enormes gastos de reparación de la salud de los enfermos.

Tampoco mencionó a los 64 presos políticos, arbitrariamente privados de libertad, que aguardan unos juicios cuyas resoluciones condenatorias ya están escritas. Entre ellos, la prisionera de Miraflores, quien no estuvo a la altura del cargo que asumió, pero que tiene derecho a defenderse en libertad y a la presunción de inocencia.

Por todas esas razones se debe derrotar a este gobierno en las próximas elecciones generales, pues éstas son el medio por el cual los ciudadanos podemos destituir a los gobernantes. Para ello, urge que levantemos los sólidos valores de la democracia, el estado de derecho, la justicia, la propiedad privada y la economía de mercado, ante las falsedades del indigenismo, el socialismo, el estatismo y sus variantes, cuyo fracaso económico es total, aunque su habilidad para el engaño es asombrosa.

 

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